Texto y fotos: MANUEL ARRIBAS
Montañas Thulo Siapru
Visión de la cordillera. La diferencia con las de aquí, es que hay una, y otra detrás, y otra y otra (aparte de otras pequeñas diferencias claro está ).
Nepal, era una vieja cuenta pendiente. Era mil novecientos noventa y tantos cuando hacíamos un viaje combinado, primero la India y después Nepal.
En el vuelo de Calcuta a Kathmandú, mirando por la ventanilla y ante lo espectacular de los paisajes, pletóricos de verde y montañas, suspiraba impaciente, harto ya de las aglomeraciones y el agobio de la India.
Esa noche íbamos a cenar a un italiano, y al día siguiente era uno más de los que sufrían la epidemia de gastroenteritis que asolaba Katmandú. Durante estos casi veinte años, Nepal sólo ha supuesto, recuerdos de retortijones en el autobús mientras subíamos a la stupa de Boudhanath (refugio de muchos de los tibetanos que salieron de su país ante la invasión China), o sillas y los bancos de madera de los restaurantes donde esperaba tumbado que los demás visitaran las zonas monumentales, patrimonios de la Humanidad, de Katmandú, Patán o Bhaktapur.
Este año, nos apetecía hacer un trekking y eso en un país que tiene ocho de las diez cumbres más altas del planeta, no parecía problema. Pero, tres semanas subiendo o bajando montañas o en la locura de tráfico y aglomeraciones de Katmandú, parecía mucho tiempo.