jueves, 10 de mayo de 2012

Liebre ibérica

 Liebre ibérica Lepus granatensis 

En los alrededores de Alcazar de San Juan, la densidad de Liebres ibéricas es mas que apreciable. Recorriendo las pistas es difícil no sorprender a alguna, después de haberlas visto en cantidad de veces cruzar esas pistas.





En la Península Ibérica hay tres especies de liebres: la liebre de piornal (Lepus castroviejoi, Palacios,1976), la liebre europea (Lepus europaeus, Pallas, 1778 ) y la liebre ibérica (Lepus granatensis, Rosenhauer, 1856). De estas tres especies la más extendida y abundante en España es la liebre ibérica, un endemismo ibérico que podemos localizar en Andalucía, ambas Castillas, Extremadura, Levante y algunas zonas de Galicia y de la Cordillera Cantábrica.


La liebre ibérica es la menor de las tres especies de liebres peninsulares. Además de diferencias anatómicas que aparecen en el cráneo y en la disposición de los incisivos superiores, el rasgo más apreciable para diferenciarlas visualmente aparece en el color de la capa, de modo que en la L. granatensis el color del vientre es de un tono blanco sucio, que se extiende por una mayor superficie que en las otras dos especies, extendiéndose por las patas anteriores y posteriores, en los que forma una banda blanca muy marcada.


La liebre tiene muy desarrollados el oído y el olfato, siendo la vista su peor sentido. El tipo de vida que lleva la liebre, en terreno abierto, sin refugiarse en madrigueras abiertas en el suelo, ni entre piedras o troncos de árboles, motiva una especial adaptación del animal a este medio, habiendo desarrollando una particular estrategia defensiva.dentro de la etología de la especie.


Así, la liebre no solo es muy veloz y ágil, pudiendo alcanzar una velocidad punta de 70 Km/hora, sino que está siempre atenta a cuanto sucede a su alrededor, siendo una estampa clásica de la especie, verla sentada sobre el suelo con las patas delanteras colocadas de forma erguida, para escudriñar y vigilar cuanto sucede en su territorio.  


 Es sumamente recelosa y cautelosa, de forma que no se dirige nunca directamente a su lugar de encame, sino que con la clara intención de despistar a posibles depredadores y diluir su rastro, efectúa bruscos giros y cambios en el sentido de la marcha, para terminar dando un gran salto cuando está próxima a su refugio, colocándose en sentido contrario al llevado en la marcha.


Pero en épocas de amoríos sus precauciones pasan a segundo plano y en sus persecuciones no dudan en atravesar una y otra vez los caminos y pistas, tan despistadas como esta que corre en dirección contraria y en paralelo a nuestro coche.


Tan cerca pasa de nuestro coche que la cámara no puede enfocarla y ni siquiera entra en el recuadro de la foto.

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